Mientras llega la muerte by Burton Hare

Mientras llega la muerte by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
publicado: 1965-07-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

Míster Costopoulus metió el coche en el garaje de su residencia y paró el motor, pero no se apeó. Continuó sentado ante el volante, pálido y pensativo.

Pensó en los cincuenta mil dólares entregados a aquellos criminales No le dolía haber entregado ese dinero; después de todo él era sumamente rico. Lo que le inquietaba era que su pasividad al pagar sin resistirse hiciera despertar las ansias de los extorsionadores y comenzasen a llover las peticiones de dinero mediante amenazas contra su idolatrada hijita.

Míster Costopoulus había llegado a los Estados Unidos cuando apenas si contaba cuatro años de edad. La vida, en los primeros tiempos de emigrantes, había sido dura para sus padres. Después, cuando él creció y se despertó su astucia, se dedicó a trabajar con incansable tesón especulando con sus ahorros hasta adquirir un pequeño restaurante desacreditado y sin clientela, del que el antiguo propietario se desprendió encantado por una suma irrisoria.

Fue el principio del éxito. Su amable carácter, su energía sin límites para el trabajo, todas las cualidades de míster Costopoulus, encontraron campo propicio para desarrollarse desde aquella pequeña base de partida. En la actualidad, una cadena de quince restaurantes de lujo, dos hoteles y algún que otro negocio menos importante trabajaban como calderas a presión produciéndole inmensos beneficios.

Se dijo que América había sido generosa con él, incluso a pesar de la mala voluntad de una buena parte de sus habitantes. Sin embargo, precisamente cuando se consideraba el más feliz de los mortales, entregado por entero a su mujer y a su pequeña hija, surgían aquellas sanguijuelas dispuestas a chuparle la sangre. Porque, para él, el dinero era la misma sangre de la vida.

Sacudió la cabeza y saltó fuera del auto. Se disponía a cerrar la puerta basculante del garaje cuando el resplandor de unos faros barrió la pared del jardín, se detuvo y finalmente, se extinguió.

El coche se había detenido silenciosamente.

Míster Costopoulus notó un estremecimiento. ¿Qué iba a suceder ahora?

Escuchó el cerrarse de una portezuela. Unos pasos resonaron sobre la grava acercándose a la reja. Recordó que el timbre de la puerta se oía en toda la casa y echó a correr hacia la verja, temeroso de que un timbrazo despertase a su mujer.

—¿Quién… quién está ahí?

Una voz murmuró:

—Necesito hablar con usted. Abra la verja, ¿quiere?

—¿A estas horas? No pienso hacerlo bajo ningún pretexto. Puede hablar desde aquí perfectamente siempre que no levante la voz. ¿Quién es usted?

—Mi nombre no le dirá nada, pero le traigo algo que le pertenece.

—¿Que me trae algo de mi propiedad?

—Abra la verja.

—No. Hable desde ahí fuera.

—Okey, si eso ha de tranquilizarle. Usted ha entregado esta noche un paquete conteniendo cincuenta mil dólares, ¿no es cierto?

—¡Dios! ¡Dice usted que lo trae!

El griego se tambaleó a punto de desmayarse.

—Eso es. He venido a devolvérselo y a hablar con usted de este asunto.

—¿Por qué lo ha hecho? —La desesperación hizo presa en su voz y casi se ahogó—. ¡Maldito sea, maldito! Lo ha estropeado todo.

—Tómelo con calma, amigo…

—Usted no comprende… Matarán a mi niña… Creerán que no he querido pagar…

Matarán a mi pequeña…

—No harán nada de eso.



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